miércoles, 27 de marzo de 2013

Mercado de Tlacolula

El domingo es día de mercado, los carros - como ellos  llaman a los colectivos, que a su vez los de
df llaman camiones- van abarrotados de gente que lleva flores en las manos o apenas unas bolsas
donde pienso que guardarán lo que se compren.

Nos bajamos en la ruta y no hizo falta ni hacer dos cuadras para estar adentro de la feria improvisada
en plena calle.
Toldos de colores servían de techo a puestitos que vendían desde zapatos a cacharritos de
cerámica y jugo de piña recién exprimido.
La gente compra, pregunta y se carga de cosas en los hombros y  las mujeres hasta llevan sus bolsas como
malabaristas de circo acomodadas en sus cabezas. Increíble.
Comemos una tlayuda en un puestito de la calle - tlayuda es una tortilla de maíz con frijoles
y palta, y es imprescindible preguntarle si lleva chile ántes de pedirla.

llego al mercado, pierdo a cada rato a Lucila y su hermana porque todo me llama la atención, más que
las cosas, miro a la gente, a la vendedora de pollo, a la mujer de trenzas laaargas que le compra.
hay humo por todas partes porque ahí adentro también se come carne asada.

Caminás sin saber muy bien como llegaste a ese lugar y de golpe me vi en un mercadito de flores
ahí me senté y saqué las fotos más lindas de todo el viaje, las más sentidas, a las que más amor puse.

A penas un solo puesto era atendido por un hombre, todo el resto eran mujeres, vestidas de una forma que no ví en otra parte
de méxico hasta el momento. Unos vestidos con faldas tableadas, manguitas abullonadas y un delantal con flores
bordadas que ellas llaman mandil. pueden usar telas sencillas o tener grandes cuellos con puntillas y hasta mostacillas.

Salí de los toldos dsp de ver a unos gansos vivos embolsados con a penas su cuellito y cabeza al aire libre
que iban a ser la cena de alguna familia aunque no me guste pensarlo...
Llegué a la plaza con la iglesia de 8mil años y me senté un rato largo, ahí me hice amiga de un señor que estaba con sus hijos esperando que la mujer termine con las compras. Era de San Lucas, un pueblo cercano que se dedica a la agricultura, me dijo que era un lugar muy agradable. él era muy agradable.
Al lado tenía a dos chicas que tendían quince años y me miraban curiosísimas y andá a saber que
cosa pensaban de mi. Yo pensé de ellas que eran personas puras, alegres, se reían todo el tiempo y pude imaginar que
son gente sin mañas, sin maldad.
ahora pensando me doy cuenta que la gran

mayoría de las cosas que se podían conseguir en ese mercado eran todas
usables, comibles, ponibles, transformables, aprovechables, accesibles. pienso en el abasto, que alguna vez fue así, en los
mercados de avellaneda que habrá visitado el abuelo y encontrado lo que necesitaba, y ahora en su lugar
hay un shoping donde solo encontrás y comprás cosas que en verdad no necesitás.
Esta gente no, esta gente es distinta. y no creo que pasen necesidades ni sean pobres como
cualquier opinión facilista puede tildarlos, porque después de ver este mercado me doy cuenta
que comen mucho mejor que yo, que se visten con mucho más color, que se relacionan en sociedad mucho mejor, que se rien más,
que usan sus manos con una habilidad de otro planeta, y que están arraigados a su tierra y sus costumbres mucho más de lo que estoy yo.
eso sí, ningún hombre es tan hermoso como Leopoldo!
aunque tienen también unos ojos muy bonitos.

AGN

Se entra a un edificio de esos del bajo de la ciudad,  renegridos por el hollín con almohadillados pétreos ya centenarios que te intimida  atravesar. Una vez adentro el espécimen mayormente reproducido de la jungla de cemento denominado “empleado público” llena papeleríos y te indica como una cinta grabada como manejarte una vez que entraste en esa gran mole. Más de siete pisos, subo al 4 me mandan al 7, bajo al 2 y me mandan al uno y así. Los pasillos son oscuros, deshabitados, con las luces apagadas, parece estar abandonado por partes, las habitaciones se van perdiendo por el fondo y de mirarlas ya te da un escalofrío en la espalda. Es una de esas obras magníficas construida para albergar a la bella y nueva Nación, esa señora fina, grandota, tan parecida a las europeas, que mandan a  hacer edificios franceses para hacer trabajar a sus tantos hombres de bien, que junto a ella forjarán un destino sin fronteras, con el solo techo de vidrio para traspasarlo fácilmente.
Recorriendo, más de cien años después, poco queda de un pasado glorioso. Allí se albergan los documentos más importantes de la historia argentina, desde que éramos una colonia hasta hoy, intuyo que gracias al esfuerzo de unos pocos laburantes que están allí cada día, frente a la desidia de otros que están más arriba, dando de a migajas un poco de material para trabajar o algún empleado más a modo excepcional.
El AGN es increíble, aparente ser un viejo solitario pero guarda en cajas historias de soldados,  de mujeres que se casan de blanco, de hombres importantes que dan millares de discursos, rostros de gente que ya no existe pero que ese lugar mágico aún los conserva ahí en estanterías, en sus letras con firuletes, en sus fotos sepia. No puedo evitar salir de allí con los ojos ardidos y mi camisa impregnada de un curioso olor a viejo.

lunes, 25 de febrero de 2013

León

Viniste al mundo con los labios ya partidos y los ojos abiertos. Será por eso que el viento te elije a vos más que a cualquier otro.


Y sé que los ojos cada vez se te volvieron más turcos para poder encontrarme,
para verme más allá de kilómetros de estepa y de cardos.


Negro como mancha de petróleo, como azúcar sin refinar, tu voz es blanca,
es de montaña de tierras lejanas siempre altas y verdes, que siempre suenan bien y dulce.


Un golpecito melódico, una mano curiosa que tararea en las cuerdas, 
una melodía perfecta para mis oídos enamorados, de vos (y siempre).


Sos pecado, inspiración a volverse loca, a quererte hasta que el agua no corra,
hasta empaparme de lluvia al esperarte (mojada) en aulas, en bares, en esquinas.

Y encontrarte caminando ya hacia el mar y sentirte adentro, sentir que sos el hombre para mi,
sin ser perfecto, con miedos, con certezas, con todo y nada,
con momentos de arena y tiempo que habla de mudanzas,
de mutaciones de cambios de piel,de pelos que se caen y vuelve a crecer.


Quiero ser testigo privilegiada de tus arrugas,
quiero todo con vos y quiero nada.
Una tarde,
              un titititi,
un silencio.

domingo, 17 de febrero de 2013

Gatijo

Debo confesar que a menudo confundo un gato con un hijo,
no es de loca, lo atribuyo a mi conducta animal que no distingue entre colas redondas y colas largas.
Aunque un poco loca también estoy.
Cuando conozco un gato me meto a hurgarle la panza para encontrale el ombligo, que no es como el ombligo del humano con recobecos. Aunque no te lo imagines el pupo del gato no tiene pelos, así lo distingo, es un redondel blaquito y pelado y capáz que encuentres algunas tonalidades rosadas, pero ojo que no es una teta, esta en centro, justito en el centro.
A veces saco al gato del placard y lo acurruco en mi pecho, se empieza a despertar y se estira todo, es un completo bebé, solo que tiene bigotes largos y hocico.
Las solteras confundimos a los gatos con hijos, los vestimos, les sacamos fotos, hablamos de ellos como si fueran niños, los llamamos al grito de "Hijo, donde estas?" cuando llegamos del trabajo, les ponemos nombre de personas y buscamos un hombre amoroso que los acaricie.
Del otro lado de la casa -escondidos-  los gatos opinan que las solteras deberíamos tener hijos y dejarlos a ellos ser simplemente gatos.

Retrospectiva de mis marcas

Me pica, ahí, justo ahí
también más abajo,
en la pierna, toda.

Ellos se hacen un festín con mi cuerpo, 
lo pican todo, 
y vos que mirás a la distancia.

Me rasco como puedo, me arde,
la mancha de la mano se volvió amarilla, 
la del puño ni se nota
y la que me hice en Chile parece un acordeón.

Me pregunto si las conocés, 
si sabés de mis quemaduras, 
y vos, que seguis mirando a la distancia.

Me bajo el corpiño y ahí te acercás.
esa es tuya, esa sabés que la hiciste vos. 
te gusta, es profunda, lisa, sedosa, 
tu marca indiscutible.
la besas y te vas,

No puedo sacarla, esta siempre
y ya me traspasó la carne.


sábado, 16 de febrero de 2013

La palabra inventada

Magullante: aquel acontecimiento estrepitoso que tiende a alterar el orden de las cosas.
Origen: puede ser de una serie española.
uso:  Tan magullante como golpe ola (de Mar del Plata, helada obvio).

Nunca fui de esos gatos a los que le guste mucho eso de andar pasándose la lengua.
si me la paso se me queda pegada y a lo último hago el esfuerzo de que llegue hasta la punta y ahí me quedo, trabado, con pelos en la lengua y una bronca tremenda.
mejor que me peinen, que venga la chica que vive conmigo y me pase el cepillito ese rojo
eso sí que me gusta, ronroneo como un poseso.
grrn grrrn grrn grrrn
después me hincho las bolas de tanto acicalamiento y muerdo con fuerza las cerdas para que ella se de cuenta de una vez que ya estoy peinado y que quiero que se vaya, que esta bien un poco de demostración de cariño pero que no se confunda, soy un gato no un oso.
y vuelvo a mi estado preferido, la siesta, con mi pullover puesto en pleno verano, sin mojarlo, asi.
Decime, a quien se le ocurriria, languetearse el pullover?